Recuperar el valor de los sacramentales
JOSÉ ANTONIO FERREIRO VARELA
Donde se pronuncia el nombre y la invocación de Dios, de la Santísima Trinidad que todo lo ha creado y que, por sí sola, es Dios, en ese lugar, todo es santo, y obra, sana y lo salva por la gracia1.
PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
Los sacramentales hemos de considerarlos dentro de la única economía divina, dentro de la historia de la salvación de Dios.
Los sacramentos y los sacramentales son realizaciones concretas de la salvación de Dios, cuya plenitud es el misterio pascual de Jesucristo, misterio que abarca a todo el acontecimiento salvador de Dios.
La salvación se despliega y se revela, se hace presente y se actualiza en la vida sacramental.
La acción sacramental es acción eclesial, las acciones sacramentales son acciones de la Iglesia, en y con la Iglesia.
Nunca acabaremos de comprender del todo y completamente las acciones sacramentales si no partimos de una recta comprensión de la Iglesia, de su misión, de su mediación y de su servicio a la instauración-implantación del Reino de Dios.
Obviamente, podemos decir que Cristo es el sacramento, primordial, del que nace, depende y se despliega toda la noción de sacramentalidad.
La Iglesia es sacramento en Cristo-Jesús, su ser sacramento depende intrínsecamente de su unión con Jesucristo. La Iglesia en Cristo es sacramento universal de salvación (LG 1; 48). La concepción bíblica de mystêrion es fundamental para la comprensión de la sacramentalidad de la Iglesia. La Iglesia es sacramento porque es cuerpo de Cristo, los bautizados son miembros del cuerpo de Cristo, Jesucristo es la cabeza de ese cuerpo. Desde ahí entendemos y hablamos de la sacramentalidad de la Iglesia. Podíamos decir entonces que Cristo es sacramento primordial, la Iglesia sacramento básico. La Iglesia alcanzará su plena realización sacramental cuando vive de Cristo, da testimonio de las obras de Dios, y transmite y hace presente hoy la salvación de Dios a todos y para todos los pueblos.
Los siete sacramentos son actualizaciones de la sacramentalidad de la Iglesia. Son manifestaciones esenciales e insustituibles de la salvación y, por lo tanto, de la sacramentalidad de la Iglesia. No obstante, debemos observar que no son las únicas formas de expresar esa sacramentalidad. Lo podemos decir de otro modo: lo que la Iglesia es, lo que la Iglesia tiene que realizar se actúa de forma especial en los siete sacramentos, pero no exclusivamente en ellos.
Es desde esta dimensión desde donde hablamos de los sacramentales, aquellas formas de expresión, distintas de los sacramentos pero relacionados con ellos. Porque la sacramentalidad de la Iglesia no queda agotada en los sacramentos, hablamos de otras acciones sacramentales que no son los sacramentos, pero que tampoco están separadas de ellos2.
No vamos a desarrollar aquí una reflexión teológica sobre los sacramentales. La doctrina teológica sobre los sacramentales ha de nacer de la teología sacramental. Queremos acercarnos al tema de los sacramentales como una llamada de atención, conscientes de que es un tema pendiente de una mayor reflexión teológica, y convencidos que éste sólo vendrá desde su recuperación en la vida pastoral de la Iglesia. El campo de los sacramentales es, tal vez, poco tenido en cuenta y, por lo tanto, creemos que lleno de posibilidades para vivir el encuentro del hombre con Dios en la cotidianidad de la vida (y en acontecimientos decisivos).
QUÉ SON LOS SACRAMENTALES
La palabra “sacramental” si la utilizamos como adjetivo, indica lo que está relacionado con los sacramentos. Si es utilizada como sustantivo se refiere a una realidad distinta de los sacramentos que, no obstante, como ya hemos apuntado más arriba, está relacionada con ellos.
El Concilio Vaticano II, en la SC 60, define a los sacramentales de la siguiente manera:
«La Santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Éstos son signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida».
Esta es ya una definición clásica de los sacramentales que se repite en todas las obras que abordan el tema3.
Esta definición señala el camino que conduce a la superación de la inteligencia de los sacramentales como cosas, acentuando el carácter de signo. Los sacramentales son signos. Por lo tanto tienen la facultad de comunicar al hombre con Dios. Si son signos, entonces son actualización de la historia de la salvación.
Los sacramentales debemos considerarlos como parte de la liturgia de la Iglesia, aunque no se trate las acciones principales que son los sacramentos. En cuanto que forman parte de la economía sacramental de la salvación, participan también de su propia estructura. La liturgia en su totalidad remite a Jesucristo, a su misterio pascual. Los sacramentales, por lo tanto, tienen su centro, su origen, en el misterio pascual. Los sacramentales ayudan también a comprender y a vivir la vida del hombre con sus acontecimientos santificado por la gracia que emana del misterio pascual.
En la celebración de los sacramentales se hace presente la acción de la Iglesia que actúa y ora en Cristo. Son obra de la Iglesia, provienen de su intercesión; por ello decimos que obran ex opere operantis ecclesiae. Aquí encontraríamos la diferencia con los sacramentos, que decimos actúan ex opere operato. Los sacramentos nos dan la gracia, losa sacramentales son signos sagrados creados por la Iglesia, realidades humanas que nos remiten a Dios y destinados a nuestro provecho espiritual o material por la eficacia de la intercesión de la Iglesia.
Los sacramentales no confieren la gracia como los sacramentos, nos disponen y preparan a recibirla en unos casos y en otros nos ayudan a vivir esa gracia, la prolongan.
RECUPERAR EL VALOR DE LOS SACRAMENTALES
Creemos que en este momento actual es necesaria una recuperación de la celebración de los sacramentales. Quizás esta recuperación la entendemos a nivel de pastoral en lo que se refiere a todo el campo de lo que podemos llamar sacramentales “menores”. Ahora que tenemos la reforma litúrgica completa en los distintos rituales, nos queda por delante el conocimiento y la profundización de esta reforma, conocimiento que solo se conseguirá en la medida en el que el pueblo de Dios y especialmente los sacerdotes y responsables de la pastoral manejen profundamente los libros litúrgicos. Hay muchos libros litúrgicos, especialmente aquellos que contienen la celebración de sacramentales, que todavía son completamente desconocidos para la mayor parte del pueblo de Dios4.
Es todavía un campo abierto para la pastoral en general, para la pastoral litúrgica en particular, para la catequesis y para la evangelización en su conjunto.
Entre los sacramentales podemos distinguir sacramentales cosas5 y acciones. Entre los primeros señalamos, por ejemplo, el agua bendita. Los sacramentales acciones son los que se realizan con la acción misma con que han sido constituidos. Los sacramentales acciones suelen dividirse en consagraciones-dedicaciones, bendiciones y exorcismos6. Algunos sacramentales, podemos decir, que son mixtos porque se refieren a personas y cosas al mismo tiempo. El efecto de santificación de los sacramentales se refiere, obviamente, a las personas, en el caso de cosas se ponen bajo la protección de Dios a través de la oración de intercesión de la Iglesia buscando el bien espiritual de las personas.
Notemos que la finalidad de los sacramentales en unos casos o en otros es la santificación de las personas o su bien espiritual. Aquí reside su valor pastoral y desde aquí es desde donde se hace necesario recuperar su verdadero valor en el campo de la pastoral normal.
En un mundo tan secularizado cabe preguntarse: ¿qué sentido tienen los sacramentales para el hombre de hoy? Sin intención de dar una respuesta completa a la cuestión quiero señalar algunos aspectos a tener en cuenta:
- En un mundo donde a veces los signos-símbolos religiosos se miran con indiferencia o en algunos casos se ignoran totalmente, los sacramentales nos ayudan a mantener despierta nuestra capacidad simbólica. Desde la capacidad simbólica nos abrimos a la realidad de lo trascendente, de lo que nos supera, a lo que da sentido. El hombre que se pierde en la sola materialidad de lo que se ve, se cierra sobre sí mismo negándose a encontrar sentido al conjunto de su vida.
Los sacramentales nos ayudan a entender el pleno simbolismo de los signos. En este sentido, nos ayudan a reincorporar la visión simbólica de los ritos cristianos.
- Nos ayudan a vivir con sentido de trascendencia. Nos remiten a Dios, nos hablan de Dios. Nos ponen en contacto con el más allá. Lo que está más allá de nuestra inmanencia, de nuestra pequeña realidad. Nos abren al horizonte de lo eterno, de lo que perdura, de lo que salva, de lo que nos libera. Nos abre a lo que viene más allá de nosotros mismos, de nuestras fuerzas, de nuestros logros, de nuestro trabajo o de nuestros medios. Nos ayudan a descubrir, en definitiva, la bondad de Dios, su gracia que siempre quiere acompañar al hombre. Algunos ayudan a los cristianos a expresar la respuesta a Dios incluso con una entrega permanente a los valores del Reino.
- Nos ayudan a entender y a valorar los pequeños gestos (ceniza: entrar en cuaresma; comer: bendición de la mesa) y las grandes decisiones de una vida (p.ej., consagración de la virginidad, profesión religiosa…). Dar valor a los pequeños gestos de la vida, también de la vida cotidiana. Por ejemplo, bendecir la mesa hace valorar el don de los alimentos, el don de la mesa compartida, hace que pensemos en lo afortunados que somos y hace que nos sigamos preocupando por quien no tiene mesa ni pan.
Con la celebración de los sacramentales valoramos lo pequeño y las grandes decisiones como vida vivida desde Dios, en Dios y por Dios dentro de su pueblo y para bien de los hombres.
- En este sentido comprendemos los sacramentales nos recuerdan el valor de la cotidianidad, de lo de todos los días. “Los sacramentales, sobre todo, con las bendiciones acompañan también la cotidianidad de la vida, no sólo los momentos extraordinarios y solemnes, también aquellos más comunes: el inicio de un viaje, la bendición de los primeros frutos, de los campos, de una fábrica, de un gimnasio, de un hospital, y así un largo etcétera de lo que es corriente y ordinario en la vida humana, el trabajo, la familia, la salud, el tiempo libre”7.
- Nos ayudan a valorar los distintos servicios eclesiales (p.ej., lector y acólito) y las vocaciones que enriquecen la vida de la Iglesia. Los distintos servicios y vocaciones son llamadas de Dios y sólo en referencia a Dios son motivo y causa de santificación, no sólo para unas personas, sino para el bien del Pueblo de Dios.
- Los sacramentales nos preparan y mantienen vivo nuestro seguimiento. Hay algunos sacramentales que nos preparan para los sacramentos (p.ej., ritos del catecumenado de adultos, bendición de los óleos), otros prolongan su gracia. Pero todos hacen que la vida cristiana y la gracia de Dios que nos dan los sacramentos, ilumine y fundamente nuestra existencia con sentido cristiano y también con sentido litúrgico. Muchos sacramentales nos introducen en la vivencia del año litúrgico, de sus celebraciones, de sus tiempos, de sus conmemoraciones (p.ej., la ceniza del miércoles de ceniza, el domingo de ramos, el lavatorio de los pies en jueves santo, la procesión del corpus…)
- Los sacramentales nos sitúan entre la evangelización y la celebración de los sacramentos, entre la celebración de los sacramentos y el testimonio de vida y caridad.
- Teniendo en cuenta la doctrina de la SC 59 afirmamos también que los sacramentales alimentan, robustecen y expresan la fe. Como en el caso de los sacramentos, suponen la fe. La fe es la que separa actitudes mágicas de experiencias creyentes. En cuanto signos vividos y celebrados desde la fe, como nos dice el Concilio, tienen un fin pedagógico que se comprende en su justo sentido desde los tres verbos: alimentar, robustecer y expresar la fe.
LOS SACRAMENTALES EN LA PASTORAL
La riqueza sacramental de la Iglesia es un campo de inmensas posibilidades.
¿Por qué debemos recuperar los sacramentales en la pastoral ordinaria? En parte ya hemos contestado antes, pero todavía podemos añadir:
- Que la celebración de los sacramentales alimentan la vida de los cristianos con el pan de la Palabra de Dios. Su celebración se convierte entonces en ocasión de escucha de Dios, en iluminación de la vida por la Palabra, una ocasión más para abrir a los hombres el tesoro de la Palabra en múltiples ocasiones y acontecimientos. La celebración de los sacramentales se convierte en escuela de escucha de Dios.
- Son un medio eficaz de lucha por la instauración del Reino de Dios; éstos nos ayudan a liberar el mundo del dominio del mal y unirlo a Cristo. Quien celebra y participa en un sacramental renueva su confianza en Dios liberador y le dirige una oración por medio de Jesucristo, uniéndose a la fe y al tesoro de gracias de la Iglesia8.
Recuperar la celebración de muchos sacramentales nos refuerza la convicción de que por el Reino de Dios se trabaja todos los días, de que el cristiano está llamado a ser como Cristo, dar la vida para que otros tengan vida, a luchar contra el mal con el bien. Que para el que cree, toda ocasión es propicia para testimoniar a Dios y sus obras.
- La celebración de los sacramentales hace que vivamos en constante sintonía eclesial. La Iglesia es Madre que acoge, que acompaña, que sirve a sus hijos. La Iglesia es comunidad orante que intercede por todos con, en y por Jesucristo.
La sintonía eclesial la podemos ver claramente en los sacramentales llamados mayores (dedicación de iglesias, profesión religiosa…) pero está en todos los demás. Quien pide, quien celebra un sacramental, aunque sea de los llamados menores, cree en la Iglesia y participa de su mediación. Con la celebración de los sacramentales también hacemos efectiva la comunión de los santos.
- El mundo es campo de Dios y la vida del cristiano es trabajar este campo para que a través de las realidades temporales lleguemos a las eternas. La celebración de los sacramentales nos ayudan a vivir nuestra condición de peregrinos, nuestra meta es la divinización y nuestra misión es llevar lo creado a su consumación. Que lo creado participe en la vida divina. Es dicho de otro modo, hacer crecer en el mundo y en el hombre a Dios mismo, esto es la gracia.
La pastoral sacramental en general y las celebraciones sacramentales comunican a Dios, nos comunican con Dios. La misión del creyente es introducirse a sí mismo y al mundo entero en la comunión-comunicación con Dios.
- Recuperar el verdadero sentido y lugar de los sacramentales es desarrollar y vivir el sacerdocio bautismal. Este consiste en el don y en el reconocimiento del Padre. Es participación del sacerdocio de Cristo. Cristo realizó su sacerdocio en la entrega de toda su vida, en la ofrenda de su vida. El sacerdocio de los bautizados consiste en la transformación de la existencia real, abriéndola a la acción del Espíritu Santo y a los impulsos de la caridad divina9.
Los sacramentales nos ayudan a abrir nuestra vida a la acción del Espíritu y a transformar la cotidianidad y vivirla como ofrenda agradable a Dios, también en su aspecto sacrificial, de entrega, de donación.
CONCLUSIÓN
Ante nosotros se abre un campo de inmensas posibilidades pastorales. Es verdad que el campo de los sacramentales plantea problemas, sobre todo porque es un campo muy abierto y, en algún sentido, cambiante en cada época e incluso distinto en cada lugar.
Se abre para nosotros una reflexión mayor sobre la capacidad simbólica del hombre moderno y el valor que éste da a los signos. Se abre para nosotros una profundización seria de los signos en los ritos sacramentales.
Sería positivo para el creyente de hoy ayudarle a mantener viva su capacidad simbólica, para que pueda vivir con sentido su existencia mundana y testimoniar y expresar a través de ciertos signos celebrativos su experiencia creyente, su relación con Dios y su pertenencia eclesial. Consideramos que los sacramentales, su conocimiento, su celebración, abre esa posibilidad. Quien bendice la mesa todos los días le resulta muchísimo más fácil vivir la eucaristía como bendición. Quien reza siempre que realiza un viaje está preparado para celebrar su muerte o la de sus hermanos como el gran viaje que lleva a la casa del Padre, la meta de nuestro peregrinar. Quien participa de la imposición de la ceniza el miércoles de ceniza entra con mayor sentido en la renovación cuaresmal. Quien bendice su nueva casa o su negocio sabe reconocer lo que la vida ofrece de gratuito como don de Dios, más allá de nuestros esfuerzos.
Quien, cada vez que entra en una iglesia, se signa con el agua bendita que está a la entrada, mantiene vivo el recuerdo que a la iglesia entró una vez para siempre por el poder salvador del agua bautismal.
La comunidad cristiana que levanta una iglesia y la dedican al Señor a través de la celebración comprenden mejor que la Iglesia que quiere el Señor está constituida de piedras vivas. Y así podíamos seguir.
La fe es la que da sentido a todo, pero nuestra fe necesita expresarse, celebrarse, alimentarse, crecer.
Cuando se pierde el sentido de la fe, se pierde la capacidad sacramental, cayendo en falsas imágenes y concepciones de lo cristiano cuando no en ciertas actitudes mágicas.
Pero en medio de todo, el cristiano que se centra en Cristo, a la luz de la Palabra de Dios, confiando en los gestos de la Iglesia, camina confiado en la presencia de Dios. Presencia ofrecida en la Eucaristía, pero confirmada y alimentada en mil gestos eclesiales.
JOSÉ ANTONIO FERREIRO VARELA
Lugo
2 Para mayor profundización del tema en general citamos las siguientes obras: Tomás Ignacio Cánovas en AA.VV, La liturgia en los inicios del tercer milenio. A los XL años de la Sacrosanctum Concilium, Baracaldo, 2004, 523-568; D.Borobio, La celebración en la Iglesia III, ritmos y tiempos de celebración, Salamanca 1990; A. Bugnini, La reforma de la liturgia, Madrid, 1999;
A. Donghi, Sacramentales en NDL 1778-1797; P. Farnés, Los sacramentos y los sacramentales en Phase 82 (1974) 324-336; M. Kunzler, La liturgia de la Iglesia, Valencia 1999; M. Löhrer, Sacramentales, SM 6, Barcelona 1976; B. Maggioni, Liturgia e culto nell`antico en el nuevo Testamento, en Arte e liturgia, ed. San Paolo, Milano 1993; A. M. Martimort, La Iglesia en oración, Barcelona 1986; G. Ramis, El libro litúrgico. Su valor documental, litúrgico y teológico en Phase 247 (2002) 41-50; M. Righetti, Los sacramentales, en Historia de la Liturgia II, BAC 144, Madrid 1956, 1019-1097; I. Scicolone, I sacrementrali e le benedizioni en anamnesia 7, Genova 1989; B. Testa, Los sacramentos de la Iglesia, Valencia, 2000, 93-95; C. Vagaggini, El sentido teológico de la liturgia, BAC, Madrid 1965.
3 Es la definición que recoge tanto el Código de Derecho Canónico como el Catecismo de la Iglesia Católica; CIC, can 1166. CEC 1667. El Catecismo también señala las características de los sacramentales: nn. 1668-1670, las diversas formas de sacramentales: nn. 1671-1673, las diversas formas de religiosidad popular: nn. 1674-1676, las exequias cristianas: nn. 1680-1690
4 Para los sacramentales en los libros litúrgicos emanados de la reforma del Concilio Vaticano II, ver Ignacio Tomás Cánovas, Los sacramentales, 526-530. El autor muestra en un cuadro los distintos rituales por orden cronológico de los sacramentales que aparecen bajo el epígrafe de Pontifical, Ritual y también señala todos los sacramentales que encontramos en todos los demás libros litúrgicos: Misal Romano, Bautismo de niños, Ritual de la iniciación cristiana de Adultos, Ritual de la penitencia, Ritual de Ordenaciones, Ritual del Matrimonio, Ritual de la Unción de Enfermos, Ceremonial de Obispos.
5 Las cosas en su carácter de signos, los mismos sacramentales que nos atrevemos a llamar cosas hay antes una acción que en casi todos los casos es una bendición.
6 Para la división de los sacramentales puede verse A. Donghi, sacramentales en NDL, 1792; Ignacio Tomás Cánovas, Los sacramentales, 525; CEC 1671-1673
7 Ignacio Tomás Cánovas, Los sacramentales, 586
8 Cf. Benedetto Testa, Los sacramentos de la Iglesia, 93
9 A. Vanhoye, Sacerdote antiguos, sacerdote nuevo según el NT, Salamanca 1992, 241-242